-Bastante tonta la congresista Patty Chirinos al meterse a un típico reducto “progre” como es el bar “La Noche”, situado en un distrito tan históricamente caviarón como es Barranco. Tampoco ella debió irse del local y menos aún insultando: el peruano es muy machito en mancha (¿no se acuerdan lo cobardes que eran esos manifestantes vizcarristas contra Beto Ortiz en su domicilio cuando este posteriormente les encaró individualmente?), pero pronto pierde fuelle y un legislador jamás deber dejar el decoro. En La República se trasluce un ánimo aprobatorio en la nota que da cuenta del hecho. Entonces, que no se quejen si mañana echan también así a gritos y lisuras a Mohme de las fiestas pitucas en Playa Blanca, a RMP de su Wong sanisidrino, a Diego García Sayán de “La Gloria”, a Mirko Lauer de la cafetería San Antonio, a Humberto Campodónico de la Bottega Dasso, a Harold Forsyth del Hotel Country, a Hildebrandt de El Polo o al asociado Gorriti del Club Villa, lugares donde todos estos personajes suelen pulular. Si van a aplaudir y fomentar la intolerancia como si esta barbarie de barra brava fuera un encomiable repudio ciudadano, que esta entonces sea igual para ambos lados.
-Se han cumplido 11 años de la muerte de Julio Favre, el último gran líder empresarial con agallas que tuvimos (uno observa la actuación patética de su sucesor Óscar Caipo en Confiep y provoca llorar). En Julito se conjugaban carácter, lucidez y mucha “calle”. Su muerte fue una gran pérdida para la derecha peruana, como las de Fritz Du Bois (su sucesor Fernando Berckemeyer inició la decadencia de El Comercio, medio al que desposicionó frente a su público), Roberto Abusada, José Miguel Morales Dasso y Juan Carlos Valdivia. Todas estas muertes me fueron muy sentidas, porque, a diferencia de mis compatriotas, yo sí valoro, recuerdo y estaré siempre agradecido con los pocos que han sacado cara por el Perú. En un país de poquísima gente valiosa, estos próceres dejaron huecos muy difíciles de llenar.