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Sin tiburones ni cocodrilos
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El domingo anterior, 6 de octubre, al promediar las 6 y 40 de la tarde, el excongresista Carlos Tubino, quien fuera protagonista y vocero de Fuerza Popular, escribió en su cuenta de Twitter (sic): “@MartinVizcarra ha sumido al Perú en Oscurantismo, al haber violado la Constitución p disolver Congreso; para salir d ello Elecciones en Enero: Costo: 300 Millones Soles. Motivo: Elegir Congresistas por 1 año 5 meses. Problema: NO atrae! Imposible recuperar $ invertido en Campaña”.
Una vez disuelto el Congreso, Tubino nos obsequia una profunda y trascendente reflexión. Políticos como él no considerarán postularse al Congreso, no les es atractiva esa posibilidad. El Parlamento que se elegirá el 26 de enero de 2020 no les permitirá recuperar lo que invirtieron en su campaña; por lo tanto, el próximo Congreso no será rentable.
Estamos, entonces, frente a una gran posibilidad, frente a una oportunidad de oro para el Perú y los peruanos. Ningún político con apetito se postulará. Eso no descalifica a los que se vayan a postular en 2021, pero les ofrece a los mejores ciudadanos la ocasión de hacer su servicio civil en 2020.
La oportunidad de servir al Perú está frente a los jóvenes que acaban de culminar sus maestrías, a los que después de haberse preparado con esfuerzo y tenacidad les toca buscar trabajo y empezar a construir su futuro. También a los que están evaluando cambiar de trabajo, de rumbo. Todos ellos deben considerar postular al Congreso de 2020 para servir, realmente, al país; hacer una interrupción en sus planes de vida y tomar la ruta del servicio; solo deben dejar que sus propios corazones los motiven, que su amor por la patria los promueva y los foguee en una campaña política en la que no ganará la mayor inversión en publicidad, sino el compromiso, la frescura y la convicción de los que se presenten.
De la misma manera, se abre la puerta para todos aquellos que están por jubilarse o ya lo han hecho, que han dedicado toda una vida al derecho, la diplomacia, la ciencia, la educación, la docencia universitaria, la industria; todos los que han ganado experiencia, aportando, impecablemente, en el desarrollo de empresas y causas privadas, en la representación de nuestro país en el extranjero, en la enseñanza, en la aplicación de las leyes. Todos esos grandes profesionales a los que una norma despistada pretende mandar a descansar cuando su mente y su talento están alcanzando la mejor performance, todos ellos deben expresar su voluntad de servir al país que tanto aman y donde han librado sus más entrañables batallas.
Lo que el Perú necesita ahora –que todo parece estar de cabeza– es servicio, voluntad, amor y capacidad de renuncia de parte de los mejores, de los privilegiados con una mente lúcida, una inteligencia creativa, unos principios sólidos y una voluntad tenaz.
El próximo Congreso, el que, como dice “el maestro Tubino”, no será rentable, debiera ser el mejor que nuestra memoria alcance a recordar. Será elegido con el aval del inmenso porcentaje de peruanos que estuvo de acuerdo con que se disuelva el anterior, estará exento de los tiburones y cocodrilos de siempre, tendrá tres legislaturas, las necesarias para hacer los cambios fundamentales que nuestra democracia necesita para fortalecerse y para elaborar las leyes que hacen falta para garantizar una tolerancia cero con la corrupción y la impunidad.
Alguien podrá pensar que estoy soñando. Soñar es un derecho y una obligación. Pero si fuera así, no quiero despertar de este sueño.
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