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No son los políticos, somos nosotros
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La patria arde en llamas pero eso no es novedad y el gran problema es ese, que no es novedad. Estamos acostumbrados al escándalo por corrupción, a las vacancias, a las destituciones, a la inestabilidad política. La institucionalidad democrática está hoy en juego y lo seguirá estando porque seguimos teniendo instituciones débiles.
Esperamos que venga un héroe a solucionarlo, pero eso jamás sucederá porque las instituciones las hacemos y las fortalecemos todos nosotros. La efectividad del pacto social radica en la confianza que los ciudadanos le entregamos a un gobernante imaginando un sentido de comunidad. Más allá de nuestras diferencias étnicas o sociales, el sentido de la comunidad es un ingrediente necesario para construir institucionalidad pública.
La autorregulación permite y fortalece la confianza y el respeto a los demás. A nadie se le ocurre meterse en contra en una avenida muy transitada. Si alguien lo hace, será sancionado socialmente de una forma tan dura que su comportamiento se regulará.
Aún hay personas que se pasan la luz roja o que no respetan el derecho de pase del peatón. Y la gente seguirá faltando el respeto a estas normas en la medida en que nosotros no nos involucremos en regularlo con nuestra indignación.
Sucede lo mismo con la institucionalidad democrática. Se trata de reglas básicas de convivencia, asegurando un equilibrio de poderes con autonomía y vigilancia. Destituir fiscales y magistrados por causales improcedentes no es vigilancia, es abuso y eso es no lo podemos permitir.
Si realmente nos preocupa nuestro país, no esperemos que venga un gobernante mesiánico a resolverlo. No son los políticos, somos nosotros los que tenemos que regular, con nuestra indignación, estas acciones abusivas y contrarias a los valores democráticos. Todo seguirá igual si no nos involucramos.
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