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Es la lluvia que cae
“Con las lloviznas aumentarán los accidentes de tránsito, los resbalones de los peatones apurados y las lavadas de autos en los parqueos”.
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Una llovizna de más de catorce horas seguidas en Lima significa algo más que una vulgar llovizna. Para muchos califica como lluvia. Es una noticia. De hecho, ayer los diarios entrevistaban a la meteoróloga del Senamhi Raquel Loayza sobre este fenómeno climático.
Me la imagino con cara de cuál-es-la-novedad, siempre es así. Que la humedad llegue a 97 por ciento en distritos como La Molina y al 100 por ciento en el Callao es la historia de siempre. Pero cómo será de aburrida esta ciudad, que necesitamos agregarle un poco de drama para no sucumbir a la letanía de esta neblina silenciosa, omnipresente, irrebatible.
Hay quienes celebran esta estación del año. Odian el verano húmedo y prefieren el invierno húmedo. La mantita. El chocolate caliente. El champús. La ausencia de sombras. La desaparición de los contrastes. Les sabe poética la tristeza de una ciudad envuelta en el gris. Pero hay quienes detestan la llegada de mayo y se niegan a conciliar con este frío que, poco a poco, penetra hasta los huesos.
Esa atmósfera los deprime. Las manchas en las casas y en los edificios los hacen renegar aún más. Los zapatos sucios gracias a un barro que no es barro. Y la abundancia de las enfermedades respiratorias los llevan directamente al hartazgo. Lima está dividida, pues, en dos bandos irreconciliables.
En Lima no llueve. Lo sabemos. Esto es una gran nube al ras del piso. Entonces hablamos de la panza de burro y de nuestra heredada pasividad colectiva. Pero esta es una idea equivocada. De hecho, durante estas semanas, se incrementarán las protestas ciudadanas, véanse sino las estadísticas respectivas.
Asimismo, con las lloviznas aumentarán los accidentes de tránsito, los resbalones de los peatones apurados y las lavadas de autos en los distintos parqueos formales e informales de la ciudad.
También las quejas de los usuarios de la Línea 1 del Metro de Lima. Por ejemplo, ayer los pasajeros de la estación de Villa María denunciaban los agujeros existentes en los techos del paradero y los charcos difíciles de sortear.
La llovizna persistente nos aturde. Rompe la rutina de cada día. Por eso la gente sube fotos a las redes sociales. Y se forman colas en los restaurantes de sopas. Y las mamás envuelven muy bien a los niños. Y las tiendas venden deshumedecedores portátiles como cancha.
Mayo nos recuerda que en Lima no tenemos cuatro estaciones sino dos. Bienvenido el invierno.
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