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Sandro Venturo: PPK: La revancha
“El Gobierno debería entrar en Estado de Urgencia. Esto significa que cada cosa que se decida y ejecute debe ser tratada como la respuesta a los desastres de El Niño”.
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Supongo que el Gobierno no fue a solicitar al Congreso la cuestión de confianza a ciegas. La iniciativa seguramente partió del reconocimiento de la debilidad de la administración de PPK. Una debilidad en dos ámbitos. En el plano institucional, su correlación política es minoritaria y sus fuerzas anémicas. En el plano callejero, su popularidad es insignificante y la esperanza de la gente en que pueda revertir la situación, remota (ver encuestas). Por eso, la renuncia de todo el gabinete, una desgracia en apenas un año de gestión, debe convertirse en una oportunidad. Ya veremos qué rumbo propone el presidente este domingo.
A continuación, algunas recomendaciones no solicitadas. Primer considerando: como se sabe, toda campaña o estrategia se deduce de unos objetivos. Y el político sabio toma en cuenta el peor escenario, siempre. Asumo que los objetivos se dirigen a la gobernabilidad (viabilidad) y la consecución de las principales metas (logro): reimpulso económico, potenciamiento de las políticas sociales (cero pobreza) y acercamiento Estado-ciudadano (servicio). Segundo. A un boxeador lento no se le puede pedir que pegue rápido ni a un corredor de cien metros que haga una maratón. Así que el político debe imaginar cómo aprovechar las capacidades realmente existentes en el Ejecutivo.
Pasada la presentación del nuevo gabinete ante el Congreso, el Gobierno debería entrar en Estado de Urgencia. Esto significa que cada cosa que se decida y ejecute debe ser tratada como la respuesta a los desastres de El Niño. El premier como jefe de un comando y los ministros trabajando en equipo por todo el Perú. Una agenda mínima y potente a la que ningún grupo político pueda oponerse a menos que desee ser considerado un obstáculo para los intereses del pueblo (¿FP? ¿FA?). La PCM o, mejor aún, el comando ministerial deberá rendir cuentas quincenales de lo avanzado, lo pendiente y lo nuevo por acometer. Un tren en marcha, imparable. Se retoma el eslogan: “Unasolafuerza”.
Esto significa que el Gobierno deja ese estilo pasivo y reactivo que lo caracteriza. El presidente recupera su majestad apareciendo menos y solo para comunicar éxitos, mientras recorre el país escuchando a la gente y destacando las bondades geográficas y humanas de cada región (reconocimiento). Y los ministros se ponen metas trimestrales, simples, claras y populares (las de largo plazo se avanzan en silencio). Mientras el Congreso sigue con su propia agenda de discusión y fiscalización con una bancada oficialista que propone proyectos de ley que activan el debate en la opinión pública. Es verdad que ya se desaprovecharon los primeros 100 días y la coyuntura de El Niño: ojalá que a la tercera venga la vencida. Pienso en la suerte del país, ciertamente, no en la de PPK.
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