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[Opinión] Richard Arce: “¡María Elena Moyano, presente!”
“No se casaba con nadie, al extremo que supo deslindar claramente de la izquierda radical y trasnochada que representaba Sendero”.
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Ahora que el país vive en una polarización y un enfrentamiento entre peruanos, ha vuelto “el terruqueo” como descalificación al adversario; en realidad es un ataque ad hominem ante la falta de argumentos en el debate político.
Por eso, ahora que recordamos a una mujer valiente, de izquierda y dirigente social como María Elena Moyano, después de 31 años de su asesinato por la demencia terrorista de Sendero Luminoso en Villa El Salvador; es importante ubicar en contexto esta descalificación que se hace con tanta facilidad, terruqueando.
Porque es más que evidente que si nuestra María Elena Moyano estuviera viva, seguro que la terruquearían, primero por ser de izquierda –recuerden que militó en el PUM, Partido Unificado Mariateguista– pero, sobre todo, porque tenía la capacidad de decir la cosas de frente, sin ambages y con firmeza como era su estilo.
Y lo más importante, no se casaba con nadie, al extremo que supo deslindar claramente de la izquierda radical y trasnochada que representaba Sendero, además de denunciar públicamente su demencia y sus prácticas vedadas de violencia extrema. Esa fue su sentencia de muerte.
Le dijo sus verdades a Sendero y tuvo el valor de enfrentarlo abiertamente. Eso le costó la vida, pues estos salvajes creían que el disenso era traición y en su enajenación sentenciaban a muerte acusando de reformista a cualquiera que se atreviera criticarlos; más aún si eras de izquierda.
Siempre me pregunte: ¿y qué pasó con su hermana, la congresista Martha Moyano?
Hoy que vivimos en medio de los delirios de los extremos, tanto de izquierda tcomo de derecha, María Elena está más vigente que nunca, porque nos interpela como sociedad la posición que vamos a tomar cuando automáticamente eres descalificado si llamas a la razón o buscas la paz social.
Te van a insultar, acusando de tibio o hasta de traidor cuando no sigues la corriente de los extremos, que más parecen barras bravas; que inclusive reclaman sangre en las protestas para justificar sus posiciones políticas y utilizarlas como plataforma.
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