El expresidente Alejandro Toledo es un prisionero solitario, atrapado en el recuerdo de sus días de opulentas celebraciones, aplausos y poder. Ha llorado ante un juez en un intento por dramatizar su caída, exhibiendo una ausencia de dignidad.
Se enfrenta al destino de presidiario en completa soledad, abandonado por la esposa. Eliane Karp, quien alguna vez disfrutó de la posición de primera dama, tomó el primer avión hacia Israel ni bien supo que Toledo sería recluido en prisión, acusado por corrupción. La icónica pareja, “la gringa y el cholo”, se deshizo al asomar la desgracia.
Eliane Karp no es la única ausencia para Toledo. Sus dos hijas, Chantal y Zaraí, siguieron sus vidas y se alejaron de los escándalos que siempre rodearon al padre. También sus amigos y aduladores que lo ensalzaron cual inca Pachacútec, supuesto “símbolo de la democracia”, se hicieron humo y no dudarían en negar a Toledo tres veces mirándolo a los ojos. El tiempo y la desgracia son implacables. Los días de júbilo toledista, de aviones parranderos y de dinero sucio son sus recuerdos en las paredes del Penal de Barbadillo.
Recuerdo una anécdota de esos tiempos de opulencia y poder. Durante un viaje a Los Cabos, en México, sorprendí a Eliane Karp absorta, comprando lujosas joyas artesanales en una feria local, en una clara contradicción con sus discursos y promesas de un país sin pobreza. La historia pudo quedar en un encuentro fortuito que registré con mi cámara, de la que era una entusiasta practicante, pero la tensión que siguió en el avión presidencial en el vuelo de retorno a Lima obligó a su divulgación.
Los aduladores de Toledo hicieron todo lo posible para persuadirme de entregarles mi video; incluso, me vi obligada a esconder la cinta en los calcetines del camarógrafo por precaución. El secretario presidencial, Guillermo Gonzales Arica, maestro en zalamería, se acercó a decirme: “Pobre Eliane, no puede hacer compras en Lima; por eso, aprovecha estos viajes, no seas mala, puede irte mejor, qué ganas sacando eso en televisión”. Algunas de sus amigas periodistas me fulminaban con la mirada. Todas se alejaron del periodismo, ¡enhorabuena!, y al hoy fallecido Willy no volví a verlo tras la difusión del reportaje.
El tiempo castiga. Ahora, la soledad acompaña a Toledo. Los hombres y las mujeres que figuran en el archivo histórico han desaparecido del escenario, dejaron de reverenciar al ‘cholo sagrado’ y dejaron también de vociferar. Ahora, se muestran cuasi fugitivos de cualquier vínculo toledista. La traición como espada de Damocles muestra lo efímero que es el poder.
Toledo espera solitario su sentencia. Su proceso es un capítulo en la oscura etapa de presidentes investigados y condenados por corrupción. Logró el poder con la mentira de instaurar honestidad y reglas democráticas. Esa y muchas otras mentiras cargadas de escándalos lo llevaron a la condena de la historia como un presidente corrupto.