Como una muestra de la precariedad de su gobierno, la presidenta Dina Boluarte se dedicó a leer un extenso Mensaje a la Nación, lleno de actividades propias de los ministerios que se ejecutan, independientemente de quien esté en el gobierno y que resulta aburridísimo, al extremo que su canciller se quedó dormido, con un premier al lado que no se inmutaba ni siquiera por el roche de tener a un ministro durmiendo en plena alocución de la presidenta.
Esta imagen del canciller y el hermanísimo Nicanor Boluarte resume un mensaje engorroso, aburrido, soso y desconectado de la realidad, que describe un país totalmente distinto al que viven millones de peruanos. Por eso nadie se comió las casi 5 horas que duró el mensaje, ni sus propios aliados, los congresistas y padres de la patria, que aprovecharon que las imágenes de la televisión estaban enfocando a la presidenta para tener un entremés y salir del hemiciclo, probablemente a estar engullendo todo lo que pueden comer en el comedor congresal —que por cierto es solo para congresistas, que quede claro—.
En realidad, el sentir de la población era de una apatía generalizada con el Mensaje a la Nación, nunca antes vista, ya que siempre en estas fechas se generaba mucha expectativa para saber cuáles son las propuestas de gobierno y con qué novedad vendría el presidente. Ahora, al contrario, causa rechazo y decepción y esto se debe al nivel paupérrimo de aceptación que tiene junto con el Congreso y esa falta de sintonía con el país para abordar y atender temas de necesidad prioritaria, lo cual por cierto, no fue parte del mensaje.
Yendo al tema central del mensaje, Boluarte parecía que estaba en campaña ofreciendo el oro y el moro, como lo hizo el año pasado que tuvo 47 compromisos concretos y solo cumplió 13 de ellos, es decir un 27%; entre las promesas incumplidas está la tan mentada meritocracia en la carrera magisterial y que no hizo nada, al contrario, estuvo silente ante la pretensión del Congreso de nombrar a todos los maestros, incluidos a los que jalaron los exámenes.
Crear el Ministerio de Infraestructura o cambiar de nombre al Ministerio del Interior no sirve de nada si no se toman medidas drásticas para atender las necesidades del país, con políticas públicas claras; es como si solo le cambiásemos la envoltura a un producto, que sigue siendo lo mismo, maquillado burdamente, probablemente para sorprender a la población