María Corina Machado ha sido heroica en la determinación de levantarse en contra del opresor. También demuestra astucia en el diseño de una estrategia para provocar una crisis política en Venezuela. Porque anticipó el fraude electoral, identificó su mecanismo y generó la estructura que permitió denunciarlo. Además, tuvo la capacidad de liderazgo para unir a gran parte del electorado y hacer campaña pese a todas las dificultades impuestas por el régimen.
La oposición pretende aislar al jerarca en el ámbito interno y externo, con el objeto de presionar su salida. En el país, la población tuvo el valor de votar en contra de la continuidad y manifestarse en la defensa del voto. En el exterior, el Centro Carter, la Unión Europea, Estados Unidos y varios países de la región reconocen el triunfo de Edmundo González. No obstante, varias naciones reconocen la victoria del chavismo, tales como China, Irán, Rusia, Cuba y Bolivia, entre otros.
El paso de los días juega en contra de quienes luchan por la democracia en Venezuela. La palabra clave es “control”: de los poderes del estado, de los instrumentos de fuerza, del acceso a los alimentos, de las libertades, de los medios de comunicación. Una serie de herramientas se encuentra disponible para amenazar e intimidar a la población, sin contrapesos. El resultado no es inmediato, pero el sistema totalitario avanza a paso firme con el objetivo de aplacar el movimiento de reivindicación electoral. El 5 de agosto la oposición hizo un llamado a los uniformados a desconocer la “victoria chavista”, pero al día siguiente el general Vladimir Padrino, ministro de Defensa, ratificó la “absoluta lealtad” al ciudadano “reelecto”.
Lo que queda de la jornada electoral del 28 de julio es la represión. El abuso de poder y violación a los derechos humanos es la realidad que padece el pueblo. Al cierre de la edición, las fuentes de prensa informan un total de 24 muertos en protestas. Según el Ejecutivo, al menos 2.229 personas han sido detenidas, a quienes el dictador prometió “el máximo castigo”. El prontuario incluye desapariciones forzadas y detenciones sin orden judicial.
En estos momentos el “enemigo” de Nicolás Maduro no es quien ganó las elecciones, tampoco quien pisotea sus pancartas. Sus adversarios son la esperanza del ciudadano a pie y el fantasma de la traición.
El baño de sangre fue anticipado, anunciado y advertido. Lamentablemente el régimen cumplió imponiendo su sello dictatorial e infundiendo miedo a la población. La comunidad internacional gestiona esfuerzos reales y tangibles para generar una salida pacífica a la crisis. Sin embargo, poco puede avanzar la diplomacia ante un dirigente que se aferra al fraude y activa una sordera selectiva a los llamados del exterior.
La región carece de instrumentos para provocar un cambio de rumbo. Desde el ángulo inverso, el statu quo conviene a los socios estratégicos asiáticos. La nación caribeña reviste invaluable interés geopolítico para Moscú y Pekín. Los datos sugieren que un hipotético proceso de transición tendría que tener una motivación interna y significativo músculo para imponerse al sistema instaurado, de lo contrario es muy remota la posibilidad a que prospere. De momento, tal vez sería viable una negociación para liberar a los presos políticos y conseguirles refugio en el extranjero.
Desde otra perspectiva, el caso permite advertir que la izquierda antidemocrática todavía existe y tiene adeptos a lo largo y ancho del continente americano. Ha sido particularmente enfática en defender la “reelección” de quien rige los destinos en Venezuela. Está presente allí donde la ideología nubla el juicio y el totalitarismo modela formas únicas de pensamiento y castiga a quien se le opone. Una bofetada de realismo a la región como un todo.