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Vampiresas
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“Dale, vampiresa, vámonos pa’ la sala
Yo sé que en la noche a ti nadie te iguala
Yo me vuelvo loco cuando tú me acorralas
Y tú te excitas cuando Prez te apulo
Vamos pal duelo, hasta en el suelo
Suéltate el pelo, ponme en desvelo”.
Johnny Prez
La escena de un grupo de chicas bailando reguetón sobre la tumba de su amiga cantando “Vampiresa” escandalizó a todo el país. En el Perú el racismo se ha desatado con la misma furia que el coronavirus, las desigualdades no se pueden ocultar.
Estas jóvenes nos traen un mensaje que me pone la piel de gallina; antes de la pandemia ellas no existían para nadie. Sin oportunidades, con maternidades prematuras, sin trabajo, sin estudios y sin futuro, estas jóvenes mujeres viven cada día como si fuera el último. La muerte no les asusta porque conviven con ella desde antes de la pandemia.
La hipocresía peruana, y especialmente la limeña, se horroriza con la irreverencia de estas jóvenes, preguntan dónde están los padres y las madres. Bueno, es simple, están ausentes, como ausente está el Estado para ellas.
Las vampiresas existen, tienen DNI, pero no tienen oportunidades, son liberales, no se reprimen, no se avergüenzan de lo que son. Ellas están listas para morir y por eso esa imperiosa necesidad de sacarle el jugo a cada segundo con la máxima intensidad.
Es nuestra responsabilidad ser un Perú para ellas, que se sientan realizadas como mujeres, que tengan un proyecto de vida a largo plazo y que sus sueños se cumplan. Las vampiresas son millones, estamos en deuda con ellas. Queremos que bailen por la vida, no sobre sus muertes.
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