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[Opinión] Anthony Laub: La Vero: torera y novia eterna
Le gusta alargar la faena y llevarla lejos de los jueces hacia las tribunas menos duchas donde aligera la muleta y se aparta del toro.
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La Vero debe de ser una de las políticas más intrigantes. Pudiendo ser, no es. Sabe hablar y articula discursos que a priori suenan bien, pero, en esencia, disfrazan recetas fallidas o denotan desconocimiento obsceno de las materias que trata. Su sideral ignorancia en materia económica la esconde casi mágicamente en su siempre lastimero discurso “comunistoide”.
Tiene unas cualidades taurinas dignas de Roca Rey. Torea con una facilidad pasmosa cualquier pregunta incómoda que, esporádicamente, el periodismo le plantea, pues goza de muy buena prensa. Siempre sale por chicuelinas para zafar de los cuestionamientos a su obrar (p.e., las libretas de Nadine) o los capea con unas verónicas de ensueño.
Le gusta alargar la faena y llevarla lejos de los jueces hacia las tribunas menos duchas donde aligera la muleta y se aparta del toro. Su mayor problema es la espada, pues nunca llega a matar al astado y deja el ruedo a la sombra de otros matadores y arrimándose al éxito de estos se convierte, ahí mismo, en capitalista (personaje asalariado de los toreros que se encarga de sacar al triunfador en hombros por la puerta grande). Lo hizo con Humala, Santos, Simon, Arana, Cerrón y Castillo, y algún otro que por ahí se me escapa.
Es también la novia eterna. Siempre dispuesta a casarse con el torero escarlata de turno. Sus relaciones son un tanto tóxicas, pues no repara en comprometerse con cualquier espada (sea pulcro o no) siempre que la luzcan en el paseíllo, le brinden algún toro o compartan su odio contra el contrincante común. ¿Y cuando el novio la desaira? Niega el romance y se repliega en su burladero… hasta la siguiente fiesta brava.
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