Las últimas semanas han dado ciertas señales que sugieren que se ha puesto un freno a la trayectoria tan negativa que venía mostrando nuestra economía. Así, el INEI ha reportado crecimientos de 5.3% y 5% en abril y mayo, respectivamente.
Cierto es que parte importante de esta recuperación se explica por factores exógenos. Por ejemplo, gracias a las mejores condiciones climatológicas de este año en comparación con 2023, la pesca tuvo un crecimiento de 44%, y la agricultura, de 5% en los primeros cinco meses del año. Pero también se observan mejoras en la manufactura (19% en mayo) y construcción (6% en mayo), sectores menos dependientes de elementos exógenos.
Para el segundo semestre se espera, además, un entorno favorable dada la expectativa de inflación controlada y la reducción de tasas de interés (esta semana el BCR ya dispuso una rebaja). A ello se suma una serie de hitos económicos sumamente importantes para el país, como la inauguración del puerto de Chancay, la realización de la cumbre APEC en noviembre y la anunciada puesta en marcha del proyecto Tía María.
Más allá de los impactos directos en el PBI de estos hitos, lo realmente transcendental es el efecto que tendrán como señal positiva para inversionistas y consumidores. El solo hecho de que un proyecto con un pasado tan complejo como el de Tía María esté dando pasos decididos para su ejecución es un signo muy potente para transmitir confianza y mejorar las expectativas sobre el futuro.
Quizás esto es lo que explique que el índice de expectativas de la economía a tres meses del Banco Central haya retornado a terreno positivo con 51.1 puntos, su nivel más alto desde noviembre de 2020.
Las proyecciones de crecimiento de PBI para el año vienen recogiendo estas señales y han sido corregidas al alza. Así, por ejemplo, Credicorp ha elevado su proyección de 2.5% a 3%, y el Banco Central de Reserva de 3% a 3.1%.
Aunque estas cifras se encuentran aún por debajo de nuestro potencial, representan una mejora significativa respecto de 2023, cuando la producción nacional se contrajo en medio punto porcentual a pesar de los altos precios del cobre.
Y, aunque a menudo se acuse a los economistas de “centrarse en la macroeconomía y olvidarse de la gente”, la realidad es que ambos elementos son dos caras de la misma moneda. Nuestra historia económica demuestra con total claridad que los periodos de mayor crecimiento del PBI han sido también los de más rápida reducción en la pobreza. Y lo contrario también es cierto: el año pasado, la primera contracción del PBI en más de dos décadas (excluyendo la pandemia) trajo consigo un incremento en la pobreza de 1.5 puntos porcentuales. Es decir, 600,000 peruanos más bajo la línea de pobreza.
Ante esta evidencia tan contundente, nadie debería cuestionar la urgente necesidad de reactivar el crecimiento. ¿Qué debemos hacer entonces para afirmar y profundizar la tendencia positiva observada en los últimos meses? Quizás más importante que implementar medidas “procrecimiento” es evitar medidas “anticrecimiento”. En esa línea, dos elementos resultan fundamentales.
El primero es no introducir más factores de incertidumbre en el escenario político próximo. Cambios en el cronograma electoral, vacancias y disoluciones congresales deberían estar totalmente descartadas.
Lo segundo es contener al Congreso en su producción de normas antitécnicas, sobre todo aquellas que comprometen la sostenibilidad fiscal y estabilidad macroeconómica, como las exoneraciones tributarias, los nombramientos automáticos de profesionales de la educación o salud, los retiros de AFP, los bonos de reconocimiento de la ONP, etc.
Con responsabilidad y trabajo podremos recuperar lo retrocedido y volver a la senda de crecimiento que nunca debimos dejar.
Vale un Perú
Inmensa alegría nos ha dado Stefano Peschiera al traer al Perú la primera medalla olímpica en 32 años. Él y Alonso Correa, Kimberly García y varios otros compatriotas son verdaderos héroes para un país desesperado por recibir buenas noticias.
Sin quitar ni un poco de mérito, es revelador que los peruanos que más lejos llegaron en estos juegos son atletas que cuentan con cierto respaldo económico y familiar. Imaginemos lo que podría lograr nuestro país si tuviéramos una política pública orientada a promover el deporte y dar apoyo a deportistas destacados de menores recursos.
Que la preparación de los próximos Juegos Panamericanos Lima 2027 sea un nuevo motivo para que el país se una en torno al deporte y al apoyo a nuestros atletas.
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