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La virgen que llora y el pastor Santana
“Me pregunto ¿quién es el jefe de los operadores psicosociales de Fuerza Popular? ¿Quién pretende heredar el lugar de Luza?”.
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El día que la Virgen María se puso a llorar en una sencilla casita de Carmen de la Legua, en el Callao, nadie imaginó la andanada de operativos psicosociales que sobrevendrían. Vivíamos el primer semestre de 1991, la situación en el Perú era cada vez más deplorable. Que una estatuilla de la Virgen llorara en la casa de la hermana de un fotógrafo que trabajaba en Palacio de Gobierno no llamó la atención de muchos. La mayoría prefirió pensar que era un nuevo caso de superchería derivada en histeria colectiva.
En los años sucesivos, los operativos psicosociales montados por el montesinismo escalaron en intención y contenido. Se podría decir que casi todo el mundo se acostumbró: con todos los reflectores encendidos, el SIN mandaba a capturar narcos nacionales para permitir el crecimiento de narcotraficantes extranjeros, e involucraba en ese menudo tráfico de drogas a los militares que no se alineaban con la cúpula que manejaba entonces Hermoza Ríos. Así, el SIN se libraba de elementos adversos y sentaba precedentes que se convertían en advertencia para cualquiera dentro de las Fuerzas Armadas que pretendiera pensar por su cuenta.
Naturalmente, los periodistas identificamos a los dos creativos que trabajaban para Fujimori y Montesinos: el más político era Rafael Merino y el más sensacionalista, Segisfredo Luza, nuestras fuentes de entonces le atribuyeron al segundo el operativo de la Virgen que llora, por ejemplo.
El último lunes, cuando un grupo de fanáticos religiosos integrantes de una secta alucinada invadieron, armados de palos y provistos de cascos, la explanada del Matute, recordé los psicosociales del SIN de Montesinos. Esa mañana, Keiko Fujimori debía comparecer en el Congreso para explicar el interés del entonces vocero alterno de su partido, Héctor Becerril, en la designación del presidente del Consejo Nacional de la Magistratura.
Era evidente que a los avispados asesores de Fuerza Popular se les había ocurrido apelar al propietario de El Aposento Alto para distraer a la prensa. En todas las mesas de redacción se había previsto una cobertura especial a la presencia de Fujimori en el Congreso; pero ante la posibilidad de una antológica y escamoteada gresca, la mayoría de los medios de comunicación envió a sus reporteros gráficos –fotógrafos y camarógrafos– al estadio del Alianza Lima.
El problema para los poco talentosos operadores psicosociales del fujimorismo de estos tiempos fue la tecnología. Cuando el Comando Sur revisó los archivos digitales, alertó vía Twitter la jugada: imágenes del 2 de mayo de 2016 registran la firma de un acuerdo, en el coliseo Amauta, entre Fujimori y Santana confirmando el apoyo de la secta para la segunda vuelta.
Inmediatamente, el país entero, incluidos los hinchas de la ‘U’, acusó a Keiko de atropellar a los íntimos y, peor, al Señor de los Milagros.
Inmediatamente, el país entero, incluidos los hinchas de la ‘U’, acusó a Keiko de atropellar a los íntimos y, peor, al Señor de los Milagros.
Me pregunto ¿quién es el jefe de los operadores psicosociales de Fuerza Popular? ¿Quién pretende heredar el lugar de Segisfredo Luza? ¿Será un aprendiz? ¿Un imitador?
Para convertir la realidad en caricatura usando personajes distorsionados, como el pastor Alberto Santana, y tener éxito en tiempos de redes sociales, habría que tener el genio de Fellini.
No alcanza que uno de los asesores de la bancada de Fuerza Popular en el Congreso sea, precisamente, Alexander Luza, el hijo del inefable psiquiatra que trabajaba en el SIN.
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