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Voy a cantar a mi modo después de haberme churrasqueado
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Dicen que Alemania no pudo tomar Stalingrado porque le venció el invierno ruso en 1943. Pero bien comidos y abrigados no habría habido problema. Perdió porque su centro logístico estaba a miles de kilómetros. Los alimentos y las municiones tardaron en llegar. El ejército alemán se tuvo que rendir. La batalla había cobrado dos millones de muertos. En otro caso, Leningrado fue cercada por el ejército alemán en 1941. Al acabarse las raciones, la gente comía lo que podía: caballos, perros, ratas, prójimo. Un millón murió de hambre y frío. Sin embargo, el ejército soviético mantuvo una ruta de abastecimiento, el lago Ladoga. Cruzándolo, con naves en verano y camiones en invierno cuando se congelaba, llevaba algo que comer. Le llamarían la “carretera de la vida”. La ciudad resistió y el cerco se rompió 900 días después. Sin suministros, el mejor ejército de la historia fue derrotado. En cambio, una ciudad asediada sobrevivió porque, aunque con poco, siguió nutriéndose. En las guerras valen la estrategia, la fuerza y el heroísmo, pero finalmente se ganan con alimentos y se pierden por hambre.
Pues bien, para la economía de un país el alimento es la inversión. Para nuestra desgracia, la inversión privada se ha detenido. No tanto por el ruido político, porque bulla habrá siempre. Lo que ahuyenta la inversión es la falta de seguridad en las leyes y de confianza en las autoridades. Crecimos los últimos 25 años porque mediante contratos de estabilidad y arbitrajes internacionales garantizamos un mínimo de seriedad. Ahora, en cambio, porque el pueblo lo pide, se cancelan contratos, se reducen peajes y se anulan licencias. Mientras tanto, Chile, Colombia y Ecuador atraen las inversiones que perdemos. Ni siquiera podemos aplicar el remedio de la inversión pública. El dinero que hay no se gasta porque la burocracia es ineficiente o porque prefiere no hacer nada, teme que la acusen de corrupción.
Sin inversión no hay trabajo, sin trabajo no hay plata y sin plata no hay consumo. Nadie compra, nadie vende, todos perdemos. Eso es recesión, que suele traer más pobreza y menos salud y educación. Entonces está muy bien que luchemos por liberarnos de la corrupción, por hacer la reforma política, la del Poder Judicial y la que usted quiera. Lo que está muy mal es que no haya inversión. Sin ese alimento perderemos la guerra por el desarrollo, aunque tengamos todo lo demás. Debate, consenso, cronograma, lo que sea, pero primero se come. Hay que volver a traer inversión, antes de que sea tarde.
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