El viernes 30, Perú21 publicó y comentó los resultados de una encuesta sobre las acciones negativas que llevamos a cabo los peruanos. Salta a la vista que no podemos ser considerados una comunidad, que somos un conglomerado de “yos” y “tús” negociando espacios y ventajas, pero que la palabra “nosotros” es un término hueco, que no tiene referente en la realidad. Como indica el informe, si algo nos pertenece lo cuidamos y tratamos de hacerlo crecer; si no es así, pues, o lo tratamos como un vehículo alquilado —lo usamos hasta el límite y que otros se hagan cargo de él; o lo malogramos sin remordimientos—; o, simplemente, nos lo apropiamos. No existe el bien común. Creer que un curso de educación cívica puede cambiar las cosas es, por decir lo menos, iluso. En todos los niveles socioeconómicos y grados de educación es lo mismo: lo mío y lo tuyo, pero no lo nuestro.
Hay algo que llama la atención poderosamente, más allá de ensuciar los espacios comunes con nuestros desechos o los de nuestras mascotas. Todo el resto de malas acciones tienen que ver con el tránsito, en el sentido más amplio de la palabra. Cada quien quiere fluir sin trabas, o no es consciente de que su trato del espacio y las maneras de desplazarse dentro del mismo, es una traba para el flujo de los demás.
Desconocer la luz roja, ocupar un lugar prohibido, crear una ruta personal a la medida para ir de un sitio a otro sin tomar en cuenta los caminos predeterminados para lo habitual o para emergencias, no respetar los turnos y robarnos los ajenos usando todo tipo de atajos y tretas, generar embotellamientos por querer ganar un ingreso o salida, por ejemplo. Y, además, en un nivel simbólico, usar las vías del agua, la energía o la información —cables, redes y conexiones— que otros pagan, para nuestro beneficio. Todo tiene que ver con “yo fluyo, pero nosotros, en conjunto, no”.
En nuestro país el nivel de actividad es altísimo. Las personas hacen, se esfuerzan, se ponen en marcha desde muy temprano y trabajan de manera incansable para lograr salir adelante, superando obstáculos y escollos importantes. ¿Flojos los peruanos? ¡De ninguna manera!
Pero hay algo que sí es, desgraciadamente, indudable y neutraliza, deshace, lo afirmado en el párrafo anterior: la brutal incapacidad de coordinar el tránsito de cada uno con el del resto, sobre la base de normas y convenciones que podemos confiar todos respeten de manera pareja. Asumimos que nadie las va a respetar, que algunos se van a atribuir el derecho de no respetarlas porque pueden, y como es preferible pendejo que cojudo, ganamos por puesta de mano, puesta de carro, puesta de pie o puesta de plata.
Si invirtiéramos el tiempo utilizado en hacer lo que nos da la gana con los espacios públicos, cada uno se demoraría, algunas veces, más. Pero la sociedad iría rápido. Penosamente, el país se agita pero no avanza.
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