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Arte, muerte y misticismo en el convento
Una singular costumbre de las monjasde clausura ha llegado hasta nuestrosdías. Se trata de 15 retratos restauradosy expuestos en Santa Catalina, elmonasterio peruano con la colección másgrande de retratos de monjas fallecidas.
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Fecha Actualización
POR DIANA QUIROZ
Hasta hace algunos años una rarísima serie de pinturas descansaba en los interiores del Monasterio de Santa Catalina. Esta reunía retratos post mortem de las monjas del convento, ejecutados al día siguiente de su deceso. La encargada de recuperar las invaluables piezas artísticas que documentan las costumbres de la vida en los claustros fue la restauradora Isabel Olivares, por entonces jefa del departamento de Conservación y Museología del convento. Junto a su equipo y gracias al apoyo de la minera Cerro Verde, se recuperaron 15 retratos.
“Una serie humilde, cada obra de aproximadamente 40 por 30 centímetros. Se puede decir que, en algunos casos, hasta pobre en cuanto a su ejecución, pero tan llamativa como inusual”, sentencia la experta. Solo Colombia —siete años después de lo hecho en Perú— ha difundido la existencia de obras en la que la muerte sella el encuentro definitivo de estas mujeres con Cristo. En México, precisa Olivares, también existe una serie parecida, pero con religiosas retratadas en vida. Los trabajos de restauración de los cuadros, que datan del siglo XVII hasta finales del XIX, concluyeron en 2009. En 2013 fueron expuestos en la Sala de Profundis de Santa Catalina y a decir de la restauradora “el financiamiento de la minera no solo cubrió el íntegro de esta labor sino también los costos del catálogo de la muestra, que se convirtió en un vestigio público a favor de nuestro patrimonio y su difusión”.
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¿Qué se sabe de esta costumbre fúnebre poco extendida?
Al parecer era algo que hacían las monjas de clausura. En México también existe una serie de retratos de monjas, pero son de cuando recibían los votos, muchas de ellas jovencitas y lindas, con su nuevo hábito. Pero en el Perú, hasta donde yo sé, la costumbre solo se daba en el convento de Santa Catalina. Creo que también hay un par de retratos en el convento de Santa Teresa, también en Arequipa. Si seguimos con la idea de que esta era una costumbre de las monjas de clausura tal vez haya retratos de este tipo en el convento de Santa Rosa, que aún sigue siendo supercerrado.
¿En qué estado encontraron estos retratos?
Cada obra había sufrido diversos daños. Pero en general estaban en un estado de conservación medio. La idea era restaurarlas, ni siquiera cambiarles los bastidores originales de madera, solamente conservar la pintura que con el paso del tiempo sufren contracciones y dilataciones y esta se va soltando, se deforma. Lo que se trató de hacer principalmente fue fijar el estrato pictórico. Nosotros hemos tratado de ser de lo más respetuosos con el cuadro. Hemos limpiado el polvo y desechos de insectos. También hemos retocado, pero muy poco.
¿La serie tenía alguna peculiaridad en su ejecución?
En alguna se vio que se había reutilizado el soporte, es decir sobre un lienzo ya pintado se hizo el retrato de la monja. Eso es porque en esa época no se conseguían con facilidad las telas para pintar, entonces estas se reutilizaban. Inclusive en alguna radiografía que se tomó se ve claramente que detrás de la pintura más reciente estaba la imagen de una virgen. Había muchos retratos de diferentes calidades, pero casi todos con fecha y lugar de ejecución. Los más antiguos parecían estar hechos no sé si con una plantilla, pero tenían el mismo color de fondo, la misma composición.
¿Eso quiere decir que con el tiempo estas obras tuvieron una evolución, tanto en el fondo como en la forma?
Después de un tiempo se dio el uso de colocar una corona de flores a las monjas retratadas. También se habla de que en el último tramo de esta costumbre de pintar monjas muertas se adicionó algo así como un arabesco, una especie de listoncito con los colores de la bandera del Perú que pertenecía a las monjas que fallecieron en la época de la fundación de la república del Perú. Esas cosas son curiosas y peculiaridades del contexto. También hay algunos “arrepentimientos” como se suele llamar a los cambios repentinos que hace el pintor. Es decir, primero le quería poner la mano de una determinada manera y luego lo cambia por otra. Con el tiempo ese trazo suele resaltar.
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Particularmente, ¿hubo algún retrato que llamó poderosamente su atención?
El más antiguo, que pertenece a una monja que parece viva porque está con los ojos abiertos. Este es el único que no tiene leyenda y se dice, según la tradición del monasterio, que se trata de una monja boliviana que llegó caminando a Santa Catalina. Otra curiosidad es que en la serie hay un solo retrato de una monja viva, le pertenece a una priora.
¿La iniciativa para restaurar los retratos fue suya?
A mí me gustaba la serie por sus curiosidades, me llamaban mucho la atención. Precisamente por eso era urgente conservarlas. Pero hay muchas pinturas antiguas en el convento y se necesitan varias vidas para restaurarlas. La mayoría necesitan un tratamiento de conservación cada 10 años porque las condiciones en las que se guardan no son favorables, por la luz, el polvo o la temperatura. Felizmente en el caso de los cuadros de estas monjas no es necesario restaurarlas con tanta frecuencia.
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