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Isabel Pagán, mecánica automotriz: “Querían que fuera enfermera, pero mi pasión era la mecánica”
Sus padres querían alejarla de su pasión, pero logró convencerlos con esfuerzo de que su lugar estaba en los talleres.
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En su natal Pasco, su destino pudo haber sido ser ama de casa, pero Isabel Pagán, mecánica automotriz de profesión, tenía sus propios planes. A punta de esfuerzo y coraje, por sobre los deseos de sus padres de que fuera enfermera, inició sus estudios en esta área dominada por hombres y se hizo un espacio, logrando su sueño.
Hoy por hoy, como instructora de Senati, imparte sus conocimientos a sus estudiantes, muchas de ellas jóvenes que se vienen abriendo paso, al igual que ella hace años, en el mantenimiento de maquinaria pesada, y nos deja un hermoso mensaje de empoderamiento en el Mes de la Mujer.
¿Cómo era ingresar en este rubro en tu época como estudiante?
No era muy normal que una mujer estudie “algo de hombres”, había un tema de machismo, mucho más fuerte en provincia. Fue chocante porque tuve que entrar en competencia, digamos, con varones. En ese tiempo tenía que ir a la par con ellos y no era muy fácil, pero lo logré.
¿Cómo decidiste tu carrera?
Mi padre tenía un carro antiguo y con mis hermanos solían repararlo. Yo quería conocer lo que había dentro del carrito, cómo funcionaba, lo veía muy interesante. Mi padre me apartaba diciendo que me podía lastimar, que no era para mí. Eso acrecentó mi curiosidad. En esas épocas las mujeres, digamos, estaban abocadas a la cocina o ser mamás, y bueno, no tuve ese apoyo en esas fechas. Pero cuando alguien se lo propone, lo logra.
¿Tu destino iba a ser la cocina?
En esas épocas, era muy posible. Aunque mis padres querían que fuera enfermera, sé que esa carrera no es mala, pero a mí siempre me apasionaron ‘los fierros’, manejar esas maquinarias inmensas que hacen ver a las personas pequeñitas.
¿Cómo reaccionaron tus padres cuando decidiste ser mecánica?
Cuando decidí postular a Senati, mi papá buscó la forma de desalentarme, diciendo que era algo duro, que las mujeres no pueden, sino “¿cuántas mujeres estarían ahí?”, “te vas a lesionar” y cosas así. Mi madre de similar forma. Cuando se enteraron de que ingresé y que iba a ser mecánica automotriz, creyeron que en el camino iba a desistir, pero pasaron los años y ‘Chabela’ nunca desistió, al contrario, me empeñé más por aprender… Querían que me dedique a otras cosas. Un día bajé de trabajar en la mina con mis jefes de área, llegamos a mi casa y les dijeron a mis padres que en realidad era muy valiosa. Hacía cosas que los hombres hacían y muchas más. En ese momento decidieron apoyarme en todo, incluso ayudé a reparar el carrito de mi papá, terminé enseñándole un poco a él.
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¿Qué fue lo más complicado de ser estudiante?
Como había machismo, siempre había colegas que no me trataron muy bien, no te querían como a un hombre. Por ejemplo, al formar grupos, pensaban que una mujer era delicada y decían “bueno, Chabela, ya no importa…”, como resignados. Los primeros semestres fueron duros, pero ya cuando avancé en mis prácticas yo misma era.
¿Sentiste alguna vez ganas de renunciar?
La primera vez que postulé a minas, en 2003, cuando recién hacía mis prácticas, un ingeniero electricista, cuando me entrevistaron, fue tosco y su comentario fue algo que me quedó clavado: “Te doy tres días, solamente tres días chibola, y desapareces”. Pasaron tres días y decía de manera sarcástica: “¿Qué haces acá?”. Claro, yo me puse a llorar como María Magdalena en mi cama, pero me limpié las lágrimas y seguí; fue un reto y yo le iba a demostrar que sí podía, fue un punto de quiebre.
Lo tomaste para superarte.
El comentario fue duro, pero me ayudó bastante, me dije “lo voy a lograr” y lo demostré, lo logré y el mismo ingeniero, tiempo después con sus mismas palabras toscas me dijo: “Carajo, cuánto quisiera que fueras mi hija”. Se dio cuenta de que era valiosa en el taller y me pidió disculpas, me dijo que era una prueba, si no era suficientemente fuerte, me iba, pero me quedé. Aparte yo no quería decepcionar a mis padres, por todo lo que peleé antes y sí, puedo decir que lo he logrado, he demostrado mi valía a todos mis jefes.
Has recibido más comentarios así.
Siempre hay comentarios machistas en este sector. Antes había mecánicos netamente empíricos, no eran técnicos; entonces, a la hora de corregirlos, lo típico era “¿tú me vas a enseñar?, eres mujer”. No los tomaba en serio.
¿Cuáles son tus motivaciones ahora?
Mis pequeños, como les digo a mis estudiantes. Siempre veo el entusiasmo en sus ojos, quieren avanzar con las máquinas, quieren operar, arreglarlas, eso me motiva. Me recuerda lo que era años atrás, esa emoción, ese sentimiento.
¿Tienes alumnas en tu grupo?
Tengo varias, en tercer y cuarto semestre.
Ahora hay más chicas en esta rama.
En comparación a mis tiempos, sí. Están ingresando al campo de la mecánica y yo me siento muy orgullosa, hay muchas que se atreven. Me siento acompañada y confortada.
¿Qué le dirías a las chicas que quieren esta carrera, pero no se animan?
Uno tiene que seguir y hacer lo que le gusta y apasiona. Para mí es la mecánica automotriz, la maquinaria pesada, me hace muy feliz estar aquí. Que luchen por sus sueños, las cosas vienen cambiando positivamente, si yo pude, ustedes también.
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AUTOFICHA
“Nací en Pasco y estudié mecánica automotriz en Senati de Huancayo. Luego de trabajar por muchos años en el sector de minas, en el área de mantenimiento de maquinarias pesadas, decidí incursionar como instructora en el mismo instituto en donde inicié mi carrera”.
“Como mecánica automotriz, sé operar y maniobrar las distintas maquinarias que se utilizan en diversos sectores, desde el minero en el que trabajé, hasta el tipo de maquinaria enfocada en la construcción, es mi labor como instructora, que ejerzo desde hace más de una década”.
“Cómo estudiante, en mi salón era la única mujer; supe de una chica que estuvo antes que yo, pero a pesar de terminar la carrera, no la ejerció. Luego de mí hubo una mujer que terminó y fue a trabajar a Canadá, pero más en temas administrativos. Pero empecé a ver muchas más jóvenes, eso me enorgullece”.
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