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Gobierno y COVID-19: los retos de la comunicación política frente a la nueva convivencia

El segundo semestre del año trae consigo la finalización de una primera etapa del Gobierno para contener el avance de del coronavirus (COVID-19). La disposición para proceder hacia la cuarentena focalizada en la mayor parte del Perú, en aras de reactivar la economía, marca la pauta de la nueva convivencia ante una pandemia que ya registra 282.365 casos confirmados y 9.504 personas fallecidas.

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El segundo semestre del año trae consigo la finalización de una primera etapa del Gobierno para contener el avance de del coronavirus (COVID-19). La disposición para proceder hacia la cuarentena focalizada en la mayor parte del Perú, en aras de reactivar la economía, marca la pauta de la nueva convivencia ante una pandemia que ya registra 282.365 casos confirmados y 9.504 personas fallecidas.
Tras 108 días de aislamiento social obligatorio, nuevamente la voz de mando queda en potestad del Gobierno, administración que, a criterio de expertos y analistas, ha contabilizado en su balance de acción más puntos negativos que positivos respecto al enfrentamiento de la coyuntura inédita.
En el caso del haber comunicacional del Ejecutivo, este estuvo en manos de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), que en un primer momento y como parte de sus estrategias durante el arranque de la cuarentena ejecutó la campaña “Protégete del coronavirus”. Esta invocó a la ciudadanía a quedarse en casa, lavarse las manos, mantener la distancia, cuidar a las personas de riesgo y utilizar la mascarilla, además de informar sobre las medidas preventivas para minimizar el riesgo de proliferación del COVID-19. También contó en diferentes puntos de su difusión con la colaboración del sector privado.
Desde junio, frente a la necesidad de reactivar el grueso de sectores económicos y la configuración de un adverso escenario pos-cuarentena, se ejecuta la campaña “Primero mi salud”, que rememora los preceptos básicos de su antecesora con el objetivo de que las medidas aprendidas se mantengan frescas, además de hacer hincapié en los riesgos de contagio en el transporte público y los mercados.
Fiel a su estilo confrontacional que caracterizó sus apariciones a lo largo de la crisis política con el Congreso disuelto, el presidente Martín Vizcarra también cumplió un rol, tal vez el de mayor exposición del Ejecutivo durante el confinamiento. El jefe del Estado encabezó una estrategia transversal de participación ante los medios de comunicación a través de periódicas conferencias prensa a golpe del mediodía por idea de la jefatura de prensa de Palacio de Gobierno, a cargo de la funcionaria Mónica Moreno. En estas sesiones, Vizcarra formuló balances, anunció las dilaciones de los plazos de la cuarentena y extendió el historial de sus roces políticos contra su nuevo adversario político favorito: el Congreso 2020-2021.
Sin embargo, toda fórmula puede desgastarse. Prueba de ello fueron las críticas contra las mencionadas conferencias. Los principales cuestionamientos partieron en que la información brindada por el presidente y sus ministros era confusa y carecía de claridad, pasaron por la escasa apertura para que los periodistas formulen preguntas, para finalmente fijarse en las duras evidencias de que el Estado peruano, tal como viene funcionando, no está cerca de campear con éxito una crisis sanitaria.
Radiografía de la cabeza
Para Luis Benavente, director de Vox Populi, a estas alturas del avance de la pandemia, en la que se ha levantado la cuarentena en la mayoría de las regiones, se puede presenciar un desgaste de la imagen del presidente Vizcarra, así como de sus herramientas para hacer frente comunicacionalmente a la crisis. “El presidente ha apelado nuevamente a recursos como el enfrentamiento con el Congreso y ahora contra las clínicas privadas. Es difícil no ver esto como un artilugio para recuperar popularidad. Essalud y el SIS tienen tarifas negociadas con clínicas desde hace años. Si el Gobierno hubiera sido más planificador y menos improvisado, hubiera buscado una negociación rápida. Vizcarra se ha sobreexpuesto”, cuestiona.
Pero la contienda no se detiene. “Seis interpelaciones del Congreso me parece un exceso”, mencionó ayer el presidente en torno a las citaciones a integrantes de su Gabinete Ministerial por temas de actualidad y, principalmente, acciones durante la emergencia sanitaria.
Consultado por la posibilidad de un escenario de creación de puentes entre el mandatario y sus principales adversarios en pos de centrar los esfuerzos para frenar los contagios, Benavente estima que la posibilidad es remota, pues asegura que Vizcarra tiene el potencial de seguir capitalizando popularidad a partir de los roces.
“Enfrentar al Congreso y disolverlo le significó aplausos, pero ahora han sido las clínicas, que, por cierto, han actuado sin ética en una situación crítica. Yo los llamaría piñatas. ¿Cómo funciona una piñata? Tú la golpeas y sacas algo. El golpe a esos enemigos te garantiza esos efectos. Pero ese es un respaldo social, no político”, indica el analista.
María Beatriz Arce, experta en comunicación política, difiere con Benavente en torno a los alcances y las responsabilidades del desgaste. Para la también profesora de la PUCP, la saturación de información sobre el coronavirus y el extenso período de confinamiento han ocasionado “un desgaste natural”, pero no solo de la imagen del presidente, sino también de otros miembros del Ejecutivo.
“Sea el presidente o miembros de los ministerios involucrados, creo que ellos están gestionando la crisis en un aprendizaje diario. Nadie los preparó para esto. Y este aprendizaje diario implica un desgaste, mas no creo que sea porque Vizcarra lo hizo mal o porque el ministro Víctor Zamora (Minsa) lo hizo mal”, considera.
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El balance de Arce en torno a la participación comunicacional de Vizcarra es positivo, pues ha conjugado aspectos informativos con emocionales. “Ha apelado a determinados mensajes que tienen relación con la familia, el considerar al otro y eso se aprecia”, afirma. No obstante, advierte sobre la necesidad de que su rostro no sea el único del Ejecutivo que se presente frente a la crisis.
“Hay que formar voceros. Lo ideal es manejar una vocería, y no debe ser necesariamente alguien del Gabinete Ministerial. Puede ser un comunicador. ¿Dónde estamos los comunicadores? Una estrategia puede ser manejar vocerías en distintos niveles y eventualmente él [Vizcarra] aparecer en espacios puntuales, no cada dos días. Se debe manejar esto de forma menos centralizada”, añade.
Ante ello, Luis Benavente infiere que un primer paso hacia una estrategia más sólida que la mostrada por el Gobierno tiene que conllevar un nuevo mea culpa por los errores, pero también cambios en el equipo de primera línea del mandatario. Según afirma, ante la pérdida de empleos, el dolor por la crisis y la muerte de miles de ciudadanos, el Gobierno debe disponer de su capacidad de convocatoria para invitar a participar a rostros con liderazgo y carisma, siendo necesario “varios cambios en el Gabinete Ministerial”.
“Yo creo que el presidente Vizcarra tiene un margen de acción para la debacle que vivimos. Si no hace modificaciones más allá de buscarse ‘sparrings', va a ser difícil afrontar eso. Los ministros de Vizcarra han hecho gala de poco manejo político, son casi anodinos, se requieren varias modificaciones. Falta liderazgo y él no puede ser la única estrella que llena el firmamento”, sugiere.
Canales, asociaciones y mensaje
El especialista en comunicación política Ricardo Sifuentes manifiesta que la configuración de un ambiente de hartazgo y de autosuficiencia ciudadana frente al COVID-19 es peligroso y debería despertar la conciencia de varios frentes del Ejecutivo a la hora de emitir y desarrollar sus mensajes. “La gente tiene un sesgo importante, que es el de la sobrecarga informativa. Con todo lo que está pasando en el mundo y su propia vida personal, económica, profesional, la gente está sobrecargada de información y preocupaciones. El Gobierno no tiene mucho espacio para colocar muchos mensajes en simultáneo”, menciona.
Como muestra de ello, cuestiona la publicación en las redes sociales del Ministerio de Salud (Minsa) la canción “En Nuestras Manos”, donde participan diversos artistas nacionales en reconocimiento al personal médico. Sifuentes destaca que, pese a que la realización del tema musical no le habría significado un costo al Estado, la saturación de mensajes sobre el coronavirus ocasiona que la ciudadanía pierda el interés sobre el problema, por lo cual el Minsa debería replantear su estrategia y el uso de sus herramientas para campañas pedagógicas más agresivas en la que se apele a la noción sobre la peligrosidad del COVID-19.
“Millones de personas saldrán a la calle y se supone que lo que venía, aparentemente, era una campaña de un cambio cultural gigante en todo el país. Esa campaña iba a ser ‘Primero mi salud’. Salvo que me equivoque, no ha trascendido a piezas con una onda muy pasiva en ambientes y tonos cotidianos. Al no reforzarse con dureza un cambio cultural y de conductas, esto puede significar muchísimas más muertes. Me queda claro que esta finalización de la cuarentena y posterior salida a la calle correspondía a mensajes con tonos más duros”, explica.
“Me preocupa y me parece particularmente errado que se ocupe el esfuerzo, el tiempo y la jerarquía de los espacios del ministerio con una canción en vez de asumir la prioridad actual de la pedagogía y de la asunción de la gravedad de lo que pasa”. insiste.
Por su lado, María Beatriz Arce afirma que la estrategia de difusión de mensajes por parte del presidente y los ministerios han sido de corte top-down (‘de arriba abajo’), y que si es que se quiere calar comunicacionalmente con eficiencia se deberá implementar eficazmente también una de bottom-up (‘de abajo arriba’).
¿Cómo hacerlo? Conjugando los esfuerzos que se han venido dando a través de conferencias de prensa y del uso del aparato informativo del Estado a la fase del involucramiento de la población en distintos niveles. Esto no podría darse, asegura la docente, si es que no se fomenta la relación estrecha con las organizaciones sociales de base.
“Clubes de madres, comedores, gremios tienen que ser contactados. Esto va de la mano de establecer distintas estrategias para distintos públicos en términos de cambios de comportamientos hasta por fin hacerlos sostenibles. La gente ya interiorizó determinados protocolos, pero hay situaciones donde hay un desborde, sobre todo en los espacios públicos”, refiere.
Para la docente de la PUCP persisten las situaciones sociales, vistas en el día a día, que revelan que la percepción del riesgo es demasiado laxa, por lo cual resulta fundamental implementar, además, un tipo distinto de estrategias comunicacionales a las adoptadas hasta ahora. “Va a ser necesario el diálogo con las organizaciones, colectivos, grupos, Apafas, donde haya organizaciones sociales y capital social existen redes de comunicación”, explica.
Sifuentes, por su parte, manifiesta que el Gobierno tiene una carta por jugar en el diálogo que desarrollará con la ciudadanía a medida que avance la pandemia. “Mi consejo sería que se atenga a un solo tenor de mensaje fuerte, muy fuerte, de pedagogía”, invita. Como ejemplo de ello, recuerda la campaña “Yo sé cuidar mi cuerpo”, producida por el Ministerio de Educación en 1999, empleada para combatir la violencia sexual contra los niños.
“Es una canción tontona, para niños y se aparecía simple, pero está basada en un balance del miedo. La letra radica justamente en la pedagogía y el temor, y fue efectiva. Se profundizó tanto que dos décadas después la recordamos. Eso también es enseñanza”, expone. A su vez, señala que ya hay experiencias que pueden servir para crear conciencia. Los testimonios de las personas que han sufrido el coronavirus en carne propia podrían significar un referente para quienes creen que la pandemia no representa un peligro latente.
“El intendente de la ciudad de Ushuaia, en Argentina, compartió una campaña producida por un privado que utiliza un testimonio durísimo. Eso es algo que debería ser prioridad absoluta de los esfuerzos totales del Gobierno. Y si el Ejecutivo no lo ve así, los gobiernos regionales y locales deberían concentrar a los comunicadores, psicólogos, sociólogos para formular esta clase de mensajes”, concluye.
Con las complejas cifras de contagios y fallecimientos sin aparente descenso, lo venidero es particularmente incierto. “¿Hay varias cosas que son reemplazables, pero planeta hay uno solo. Ahora que vamos a reanudar las actividades, ¿nos olvidaremos de lo que hemos reflexionado hace tres meses?, afirmó Vizcarra ayer. Si bien es cierto que la responsabilidad de la gente es un factor innegable para aminorar los contagios de COVID-19, que la comunicación sea efectiva puede que esté más en cancha del Gobierno.
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