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Los dolores de cabeza de Ollanta Humala
El mandatario lidió, principalmente, con los privilegios y pataletas de su hermano Antauro, con el pedido de indulto de Fujimori, con el narcosenderismo y el Movadef.
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Si bien al presidente Ollanta Humala le sonrió la popularidad, porque llegó a diciembre con 50% de aprobación, el 2012 no fue su año. En el campo político, la agenda se la impusieron otros actores y él solo se puso de perfil ante los escándalos del Congreso e intentó apagar los incendios y las metidas de pata de sus funcionarios y familiares. Mayor protagonismo tuvo su esposa Nadine Heredia.
Pero no todo fueron malas noticias. Destacó, de lejos, el impecable desempeño del agente peruano Allan Wagner y de todo su equipo que se lució ante la Corte de La Haya. Durante más de diez horas, nuestros abogados demostraron histórica y jurídicamente la inexistencia de un tratado de límites marítimos con Chile. En este campo, solo resta esperar el fallo, que se emitiría en junio próximo.
LA CRUZ DE ANTAUROComo sucedió desde que el mandatario asumió el poder, el cabecilla etnocacerista Antauro Humala generó múltiples titulares. Primero, salieron a la luz sus privilegios y pataletas en el penal de Piedras Gordas, donde fumó marihuana, recibió visitas en horarios prohibidos, grabó videos con mensajes incendiarios y le permitieron internarse en el Hospital Militar para pasar las fiestas junto con su novia Ina Andrade.
Pese a estas denuncias y gracias a una "manito" del INPE, en marzo, el hermano del presidente fue trasladado al cómodo penal Virgen de La Merced, en Chorrillos, en donde también hizo lo que le dio la gana. Un mes después, ante la presión pública, fue derivado a la Base Naval, como "sanción" a su indisciplina. Ya en noviembre –y luego de jaloneos entre el Ejecutivo y el Poder Judicial– regresó a la prisión militar.
EL FACTOR FUJIMORITambién marcó el año 2012 el factor Alberto Fujimori. Después de anunciarlo por meses –y ante un 'guiño político' del mandatario– el 9 de octubre, Keiko, Kenji, Sachi y Hiro Fujimori presentaron la solicitud para el indulto de su padre.
Este pedido revivió no solo viejos odios, sino la polémica sobre la gravedad del exmandatario y las condiciones y privilegios de su encierro en la Diroes. A partir de ese momento, Fujimori y su entorno aplicaron –sin éxito– una nueva táctica para convencer que merecía la libertad: mostraron una foto suya postrado en una cama de hospital, así como autorretratos y cartas con particulares pedidos de perdón. El resultado: en diciembre, el 47% de peruanos apoyaba el indulto, nueve puntos menos que el mes anterior. Por su lado, el Gobierno le prohibió que brinde entrevistas.
CONGRESO DE VERGÜENZAEn este recuento de daños, el Congreso tiene un espacio principal, pero de vergüenza. Como si su improductividad, el manejo político de su presupuesto y las denuncias de corrupción, tráfico de influencias y otros delitos contra sus miembros no hubieran sido suficientes, el Parlamento se despidió del 2012 duplicando el bono de representación de 7 mil a 15 mil soles (con lo que cada congresista ganará más de S/.30 mil).
Lo peor es que, al verse descubiertos, la mayoría de legisladores defendió "su bolsillo" antes que la decencia. En los próximos días, se sabrá si escuchan el repudio popular y dan marcha atrás.
LA SOMBRA DEL TERROROtro capítulo fue el del narcosenderismo, que se apoderó del Valle de los ríos Apurímac y Ene (VRAEM). Las emboscadas y ataques de los sanguinarios hermanos Quispe Palomino segaron la vida de 11 militares y 7 policías.
El avance del terrorismo comenzó, contradictoriamente, luego de la captura del cabecilla Florindo Flores Hala, (a) 'camarada Artemio', el 12 de febrero. En la actualidad, a este senderista, para quien la Fiscalía pide cadena perpetua, se le acusa de narcotráfico y de la muerte de 1,300 personas, en 2,800 atentados terroristas.
La otra cara del terrorismo –el Movadef– también aprovechó el descuido del Estado para desplegar sus tentáculos en el magisterio (Conare-Sutep) y en, al menos, 14 universidades públicas. Además, logró llamar la atención en Argentina, Chile y Bolivia. En Buenos Aires, el entonces embajador Nicolás Lynch recibió a estos radicales, lo que le costó el puesto. Aún no se ve una estrategia de Humala contra el terror.
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