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La Memoria Importada y la Ley de Godwin
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Detrás de todos los últimos debates nacionales hay una misma pregunta: ¿qué ocurrió en el Perú de 1980 a 1992? Como una piedra de Sísifo o la casa del jabonero, todas las discusiones resbalan una y otra vez, regresando al mismo punto de nuestra historia contemporánea. Ya sea que uno polemice sobre la nueva ley de cine, el proyecto de ley de lesa humanidad o la ley que prohíbe la candidatura de sentenciados, todas las conversaciones arriban a la misma conclusión bipolar. Y el resultado es siempre el mismo: terrucos y fachos. O, para ser más preciso, senderistas y fujimoristas.
Una especie de Ley de Godwin a la peruana. Como se recuerda, la Ley de Godwin va más o menos así: a medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno. Eso provoca que todos los debates se paralicen o terminen en insultos.
¿Cómo romper la falsa polarización? Para empezar, cuestionando la propia Ley de Godwin aplicada al Perú. El Estado peruano no fue nazi. Y tampoco vivimos lo que ocurrió en Argentina o Chile. La ‘teoría de los dos demonios’ y las falsas equivalencias no aplican acá. Sendero Luminoso fue bastante más radical que Montoneros. Y ciertamente la dictadura de Fujimori no es comparable con los regímenes terribles de Pinochet y Videla. Acá Sendero y el MRTA se enfrentaron a una democracia (80-92) con inflación y en crisis. Y fue la democracia más representativa que tuvimos. En vez de importar discursos, habría que analizar el caso peruano en toda su singularidad. Y empezar desde allí.
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