El 12 de octubre los discursos antihispanistas dominaron la agenda latinoamericana, desde Claudia Sheinbaum en México hasta Petro en Colombia, pasando por Venezuela, Cuba y Nicaragua. En Perú, los herederos de Pedro Castillo obviaron el apellido del líder y criticaron la “herencia colonial”.
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Lo que los anticolonialistas olvidan es que las críticas al colonialismo empezaron en los países colonizadores. Los estudios culturales surgieron en el Reino Unido, allí donde Marx vivió y centró su análisis. Los propios académicos británicos de la segunda mitad del siglo XX empezaron a estudiar conceptos como poscolonialismo, subalternidad, posmarxismo o hegemonía cultural. Autores británicos como Raymond Williams, Richard Hoggart, Richard Dyer y Paul Willis se unirían a Stuart Hall, jamaiquino afincado en Inglaterra. También aparecerían los indios Homi Bhabha y Gayatri Spivak, quienes desde la excolonia conquistaron la Academia Británica.
En Francia, quizás el primer gran ensayo anticolonialista fue el clásico El colonialismo es un sistema, la célebre crítica de Jean-Paul Sartre a la guerra en Argelia. Sintomáticamente, el argelino Albert Camus discrepó con Sartre y condenó los métodos del Frente de Liberación Nacional. Después, llegaría Frantz Fanon desde la Martinica junto a otros pensadores de la Francia de ultramar.
No nos engañemos. El imperio hizo su autocrítica, requisito indispensable para expandir su democracia liberal por todo el mundo, (ex)colonias incluidas. Ironías de la vida. Hasta para criticar al colonialismo la izquierda latinoamericana sigue siendo ‘colonizada culturalmente’ por Europa.
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