Lo raro no es que Dina Boluarte haya cantado “El gato Ron Ron” ante un grupo de niños que no eran de la generación que se crio escuchando Hola Yola. Lo realmente extraño es que la presidenta no haya homenajeado por todo lo alto a Yola Polastri, quien ha fallecido hace poco más de un mes. Un homenaje póstumo a la familia en Palacio, unas palabras y un mural por el Día del Niño. O, al menos, una canción. Mal timing.
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Tan inaudito como convocar a los partidos políticos del Congreso a Palacio a solo meses de la convocatoria a las elecciones de 2026. Y con 6% de aprobación. Es decir, justo cuando todas las agrupaciones buscan desligarse de la presidenta. Y cuando una foto con Boluarte ayuda tanto como un abrazo de oso. ¿No habría sido mejor abrir la cancha y convocar a los partidos a inicios de su gobierno, para compensar precisamente la legitimidad perdida y no aislarse tanto de la izquierda como de la derecha?
Una reacción a destiempo, como la que tuvo en torno al descarado fraude del dictador Nicolás Maduro, una semana después de sus pares Boric, Milei y Bukele. Perdió la oportunidad de enrostrar su línea política democrática, de deslindar de los viejos aliados y sobre todo de recordarle a la población peruana que ese llano en llamas venezolano pudo ser el Perú de haber triunfado las marchas subversivas.
¿Qué hará Boluarte ahora que no ha sido invitada a la toma de mando de Claudia Sheinbaum? Sobre todo considerando que han cursado invitaciones a Putin, Maduro y la esposa de Pedro Castillo. Es una oportunidad para desmarcarse de tres dictadores de izquierda. Y para recordar que no importa el color del gato Ron Ron, sino que cace ratones.
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