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Paisaje después de la victoria, por Diego Salazar [Análisis]
“A falta de los resultados oficiales de ONPE, el Perú vuelve a demostrar que es el país donde cualquier cosa puede ocurrir”.
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A falta de los resultados oficiales de ONPE, el Perú vuelve a demostrar que es el país donde cualquier cosa puede ocurrir. El 25 de febrero, cuando Julio Guzmán y César Acuña aún seguían en carrera, escribí esto en redes sociales: "A estas alturas la única forma de resucitar la campaña de PPK es que salve niños de un colegio en llamas al hombro. Pecho descubierto, Putin style". Dos días antes, su asesor, Mario Elgarresta, había pateado el tablero con un duro mensaje en Facebook: "Jamás en mi vida profesional había experimentado tanta tontería e inexperiencia en una campaña presidencial para perjudicar a su candidato como en la observada en la campaña del candidato PPK". Las tonterías y desatinos en la campaña del hoy virtual presidente no pararon casi cerrada la segunda vuelta. Pese a ello, ya todos sabemos lo que pasó después.
Nunca una campaña tan mala –la antología de errores daría para una clase de marketing político– recibió premio más elevado. Pero en política, como en el fútbol, la victoria suele aplazar indefinidamente cualquier asomo de autocrítica. ¿Cómo decirle a quien todavía sigue ronco de gritar el gol de la victoria que la pelota entró de carambola porque le pegó con el tobillo?
Sin embargo, el triunfo electoral es solo la mitad del trabajo de un político. Y la parte restante –en este caso, llevar las riendas del país– reclama toda la autocrítica y capacidad de reflexión a mano. Ojalá que nuestro próximo presidente y su equipo así lo entiendan.
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