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[Perfiles21] Edward Málaga: “Este es el gobierno de la turba”
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De bala perdida a músico. De guitarrista a científico. De investigador a político.
En las decisiones más importantes de la vida del actual congresista Edward Málaga siempre ha estado presente el Perú. “Tal vez todo ha sido a contracorriente, pero he sentido el deber de hacer algo por mi país”, confiesa. Su última aventura, en la que se ha hecho más conocido para todos los peruanos, comenzó la noche en la que Inti y Bryan murieron: “Salí a marchar y había muchos jóvenes pero no estaba mi generación, me dio mucha pena y, ojo, no estaba relacionado aún a ningún partido. La última noche vi morir a un chico mal herido, intenté ayudar, pero ya no había más que hacer. Luego supe que era Bryan. Esa noche, cuando llegué a mi casa, me derrumbé. Decidí entonces entrar en política”, confiesa sensible.
EL ÚLTIMO DE LA CASA
Nació en el Hospital del Empleado –hoy Rebagliati–, siete años después de que llegara su hermana y ocho años después de su hermano mayor. Se considera la bala perdida de la familia porque fue quien tuvo más libertad para, por ejemplo, dedicarse a la música casi profesionalmente con su entrañable amigo del colegio Pedro Suárez Vértiz: “Éramos fans de los Rolling Stones y nos juntábamos a sacar canciones en guitarra. Así creamos el grupo Paranoia, de donde luego salió Arena Hash”. Lo cierto es que Ed, como prefiere que lo llamen, se mantuvo muy cerca de sus padres. De hecho, desde muy chico acompañaba a su papá a las cirugías que realizaba en los hospitales, y recuerda haber crecido viendo la colección de fetos en formol –por abortos naturales– que guardaba su madre, una obstetra ginecóloga. “Todo eso, sumado a la película Frankenstein, que vi en blanco y negro, además de la obsesión por armar y desarmar cosas para saber cómo funcionaban, me llevó a estudiar Biología, una ciencia llena de preguntas donde se busca todo el tiempo romper los paradigmas”, explica divertido.
A ALEMANIA DE IDA Y VUELTA
Pertenece a la generación que creció con explosiones de coches-bomba, crisis económica y mucha violencia. Vivió “la época en que se veía a policías asesinados en plena calle” y por eso dejó sus sueños en Perú para estudiar en el extranjero. Confiesa que le dolió tomar esa decisión, pero dos décadas después, sin haber perdido el contacto, decidió volver. Una fuerte ruptura amorosa y la muerte inesperada de su padre fueron el último impulso para crear, con mucho esfuerzo y algo de financiamiento alemán, un laboratorio de élite en su alma mater, Cayetano Heredia, donde continuó con sus investigaciones en torno a enfermedades degenerativas como el Alzheimer “para entender por qué es que mueren las células del cerebro”. La pandemia puso en pausa sus planes. Desarrolló entonces, de emergencia, una prueba molecular rápida que funcionaba con saliva, una que no llegó a ver la luz por falta de apoyo económico: “Había tanta gente importando productos carísimos que confirmé que muchas veces nada interesaba, ni que la gente se muera, con tal de hacer negocio”, cuenta con impotencia. Y luego pasó lo de Inti y Bryan. “No me puedo quedar en la queja”, se dijo. De pronto el Congreso era lo que seguía.
LIBRE PENSADOR
Somos un país de desconfiados, dice Málaga, y por ello, explica, estamos envueltos en dicotomías: “Ni Vizcarra-lover, ni Vizcarra-hater. Yo veo que la gente define su visión política porque odian a los morados, a Fujimori o a Sagasti, y es un fundamentalismo que no necesitamos”. Continúa diciendo que no es de izquierdas ni derechas, que toma decisiones basadas en la razón, en la crítica y en el análisis de los conocimientos que tiene, y asegura que desde su experiencia en el Congreso se siente solo en una situación traumática de ebullición: “Se está rompiendo el cántaro o está explotando la olla. ¿Y qué salidas tenemos? Puede haber un conflicto armado, una revolución, líderes nuevos o corrientes nuevas de pensamiento, pero lo cierto es que terminaremos en un adelanto de elecciones, haciendo reformas más o menos buenas y quizá vacando a Castillo. Lo que sea no nos debe llevar a una repetición”, dice para concluir.
CHISPAZOS
¿Quién nos gobierna?
Estamos viviendo en lo que yo llamo la oclocracia o la muerte de la meritocracia. Este es el gobierno de la turba, donde la democracia da derecho a que todos sean representados y que gobierne cualquiera. Tenemos que subir la valla aunque parezca injusto y que unos queden excluidos. Creo que para ser presidente o congresista se deben considerar títulos académicos, experiencia profesional y labor social, que no es lo mismo que labor sindical.
¿Qué es hoy el antifujimorismo?
Ha pasado de ser una suerte de reserva moral a ser cómplice de la corrupción de Castillo. Saben que la vacancia está justificada, pero les aterra ponerse al mismo lado que sus rivales políticos.
¿Es Pedro Castillo un peligro?
Sí. A estas alturas por supuesto que es un peligro. Por incompetente, incapaz, por desmantelar el Estado y por llenarlo de corrupción.
¿Es el comunismo un peligro latente?
La ideología en sí no es un delito, pero es obsoleto, anacrónico y va contra todos los valores actuales.
¿Qué le conviene hoy al país políticamente?
No estamos preparados para el libre pensamiento, pero tendrá que llegar una opción de centro con toques de izquierda y derecha. Una opción económicamente abierta al mundo, con políticas respecto al cambio climático y libertades para las minorías.
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