A nivel mundial, alrededor de 35 millones de personas viven con Alzheimer, una condición neurodegenerativa que causa un deterioro progresivo de la memoria. Se proyecta que para el año 2050 esta cifra alcance los 115 millones, según la OMS.
Lamentablemente en Perú, la situación no es diferente. Según el Ministerio de Salud, más de 200 mil personas mayores de 60 años de edad tienen esa enfermedad.
De acuerdo con las estadísticas más recientes, se espera que para el año 2030, el Alzheimer sea la séptima causa de muerte en el país, con aproximadamente 2,250 fallecimientos anuales.
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Sin embargo, en el caso de los trabajadores de la salud, la demanda efectiva relacionada a los pacientes con Alzheimer es muy superior a la de los especialistas disponibles, cuyo déficit se estima entre 115 % en el caso de los enfermeros, a 120 % en el de los neurólogos y entre 120 % - 60 % para los psiquiatras y psicólogos.
Según Carlos Saavedra, director de la Escuela de Medicina Humana de la Universidad Privada del Norte (UPN), “invertir hoy en educación sobre el Alzheimer garantiza que los profesionales médicos del mañana estén preparados para abordar uno de los problemas de salud más apremiantes de nuestro tiempo”.
“Preparar a futuros profesionales no se trata sólo de aprender a dar o leer un diagnóstico; se trata de equiparlos con la compasión y las habilidades blandas necesarias para mejorar la calidad de vida de millones de personas afectadas por esta difícil condición", explicó el vocero de UPN.
Prevención y Manejo del Alzheimer
Aunque actualmente no existe una cura para el Alzheimer, ciertas prácticas pueden ayudar a ralentizar su progreso.
Las guías actuales recomiendan realizar al menos 150 minutos semanales de ejercicio moderado a la vez que se mantienen patrones alimenticios ricos en vegetales, frutas, pescados y grasas saludables, evitando dietas altas en carbohidratos y grasas saturadas.
Por otro lado, para los familiares de personas que sufren de Alzheimer, hay varios consejos importantes que pueden ayudar a mejorar la calidad de vida del paciente.
“La atención no solo debe centrarse en el cuidado físico, como la alimentación y la higiene, sino también en el apoyo emocional. Gestos afectuosos, palabras amables y el interés genuino en la vida del paciente tienen un impacto positivo significativo”, señala Saavedra.
Más allá de su papel afectivo, el familiar o encargado debe llevar a cabo el tratamiento farmacológico, vigilar la evolución clínica de la enfermedad, adaptar los cuidados al domicilio familiar, proporcionar al paciente los mayores niveles de actividad y mantener unas relaciones familiares de óptima calidad.
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