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Soy la amante, ni buena ni mala
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“Para la persona infiel, la fidelidad es un valor. Paradójicamente. Hay una incongruencia entre lo que haces, y lo que sabes que está bien”
La amante, ni buena ni mala, debe guardar sus expresiones de afecto y pasión en público. Es la clásica soltera para la mayoría de sus amigos. La que vive en la sombra. Pero no es el ‘plato de segunda mesa’ como despectivamente se dice. A veces, es el amor verdadero, aunque suene romántico (y cruel). Y hay amantes que no son de esconderse, que son protagonistas, que desplazan estratégicamente a la esposa o a la pareja. Son las que viven con descaro su romance, y que no tienen corazón, que buscan dañar, y que se salen con la suya para satisfacer su ego, o tener una vida cómoda. O solo joder.
HISTORIAS DE FAMILIA
Yo nunca he sido ‘la otra’. Pero hay secretos bien guardados. Así que de pronto he sido, alguna vez y sin saberlo, ‘la otra’. (A estas alturas prefiero no enterarme).
Mi padre tuvo una amante, y nos dejó cuando apenas cumplí los tres años. Crecí con la idea de la ‘amante’ mala. Cuando la conocí me di cuenta que eran la pareja perfecta y que habían formado una familia modelo. Ese señor, mi padre, volvería a ser infiel muchos años después. Y esa dama, tan guapa, soportó por un tiempo los cuernos hasta que le dijo adiós. Él se fue con su nueva y joven amante.
Mi abuelo tuvo una amante: Hilda, la hermana de mi abuela.
Hilda fue la mejor mujer del mundo, la que lo amó sin esperar nada a cambio, y la que siempre nos protegió. De mi abuelo solo puedo decir que cuidó hasta el final de sus días a su esposa, mi abuela, y posteriormente estuvo al pie de la cama de mi tía, su amante, quien murió, sin exagerar, por tener el corazón muy grande.
La tía Hilda era la otra mamá de la familia. Yo no sé si tenía culpa o no. Era una mujer excepcional, de una bondad infinita, y de una mirada melancólica que luego entendería. Sospecho que mi abuela, su hermana, lo sabía, y la quería por encima del hombre que compartían silenciosamente y sin escándalos.
Ahora que los tres ya no están me atrevo a pensar que eran un triángulo de mutuo acuerdo, o resignación.
Éramos felices en aquellos años que compartimos la mesa los domingos o que íbamos a la playa Los Pescadores de Chorrillos. Así era mi familia de esa época. Con dos abuelas.
El amor más importante de mi historia empezó siendo mi amante, y pasamos juntas los mejores años de nuestra vida, bueno, de mi vida.
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RELACIONES ASIMÉTRICAS
La psicóloga clínica Martha González Pilares sostiene que la representatividad femenina de la amante es desigual y está impregnada de prejuicios y mitos que oscurecen la comprensión: “Esto tiene un origen en el discurso patriarcal en el que la biología masculina se entiende como más fuerte, como una razón de base de la infidelidad y al mismo tiempo considera natural la idea de que la amante es mujer. En la realidad la investigación dice que no hay una mayor prevalencia de mujeres. Cada vez encontramos porcentajes bien parecidos de infidelidades masculinas o infidelidades femeninas, tanto en la que ambos miembros de la pareja son casados, o en la que una de las partes es soltera y el otro tiene una relación de conyugalidad o convivencia”.
La psicóloga advierte que se suele entender que la buena mujer es la esposa y que la mala mujer es la amante: “Esas son representaciones sociales digamos populares y poco realistas. Hay personas buenas que son amantes y hay personas malas que son amantes. Hay personas buenas que son cónyuges y hay personas malas que son cónyuges”.
¿Quién es más proclive a involucrarse en este tipo de relaciones? “Personas jóvenes, con alta escolaridad, de zonas urbanas y que tienen ideas sobre la sexualidad bastante abiertas, y deseos expresos de mayor diversidad en prácticas sexuales. Se da tanto en hombres como mujeres”. En otros tiempos, resalta, los estudios referían a personas en situaciones de vulnerabilidad, tanto económica como psicológica: “Había una especie de fragilidad biográfica en la persona que entendía cualquier tipo de amor como restaurador”.
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TRIÁNGULOS
La experta prefiere usar la palabra asimétrica que tóxica en su análisis: “Implican relaciones de poder más evidentes. Si solo una de estas tres personas del triángulo tiene la información completa, esa es la que gestiona los tiempos de encuentros, el nivel de vínculo y hasta la profundidad de relación”. En este tipo de dinámica las dos se sacrifican: la amante y la cónyuge. Gana el infiel.
1 En la mayoría de relaciones donde hay infidelidad paradójicamente se dan pactos de fidelidad entre la amante y el infiel.
2 En este tipo de amores hay una complicidad que es clave en el vínculo y que genera un tipo de enganche incluso mayor al sexual.
3 Hay una incondicionalidad (de la amante) que muchas veces se basa en sus creencias sobre el amor romántico, la educación clásica patriarcal y los prejuicios.
4 Las amantes piden más ayuda psicológica, muchas veces para terminar el vínculo, gestionar la distancia o manejar la espera, la cual puede durar toda la vida.
5 Los infieles rara vez buscan apoyo psicológico, y si lo hacen es cuando están bajo amenaza de ser abandonados por una de las dos.
6 En ocasiones, la amante cree que va a salvar al infiel de relaciones inadecuadas, dolientes, e incompletas
7 Acuden a consulta las cónyuges que sienten frustración, rabia, ansiedad, y muchas veces culpa.
8 Cuando el infiel tiene todo lo que necesita, afectiva y sexualmente, con la amante y con la cónyuge, no renuncia a la relación triangular.
9 Cuando el amante es un hombre soltero no suele exigir a la mujer que se divorcie.
10 Las mujeres infieles se separan en mayor proporción que los hombres infieles.
Es momento, dice la psicóloga, de dejar de pensar en la amante como la mala mujer que se mete en la pareja y el pobre hombre animalizado no tiene más remedio que ceder: “Eso hace que las mujeres se enfrenten entre sí por el macho. La realidad es que el infiel sale ganando. Es el beneficiado en dos sentidos: tiene a las dos que lo ‘complementan’ y está socialmente justificado".
Pero siempre hay excepciones. Malas, sin excusas. ¿O no?
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