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El baile de la puerta abierta

El INPE es una institución que no podría ser peor. Las cárceles y los penales se supone que son centros de reclusión donde los criminales pagan por sus pecados y de los cuales deberían de salir rehabilitados.

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Fecha Actualización
Fritz Du Bois,La opinión del directordirector@peru21.com

Sin embargo, durante años hemos tenido a los delincuentes más avezados dirigiendo secuestros y asaltos desde los penales donde están encarcelados. Es como si estos últimos fueran convenientes refugios u oasis para que el hampa pueda planear sus actividades sin ser perturbados.

Peor aún, cada vez que se instala en uno de ellos un bloqueador de celulares este misteriosamente se malogra o es desenchufado por algún amable funcionario.

Luego están los penales de máxima seguridad. En Piedras Gordas hacen lo que les da la gana, especialmente Antauro Humala, que entra y sale como si fuera su casa. Mientras que, ahora, del inexpugnable penal de Challapalca, en Puno, se han escapado 17 de los más prontuariados criminales peruanos, cuando sus funcionarios bailaban alegremente en la fiesta de La Candelaria y se olvidaron de cerrar la puerta, totalmente despreocupados.

Por otro lado, todos reconocen que el infernal sobrepoblamiento en las cárceles es realmente dantesco. Pero el anterior ministro de Justicia canceló la primera concesión que se había otorgado para construir y administrar en Huaral un nuevo penal, ya que por dogmatismo no quería que en su sector tuvieran participación los privados. Con lo cual, lo único que tenemos asegurado es que durante este gobierno aumente el hacinamiento.

Al final, es una situación absurda. La Policía no puede contra una ola de criminalidad que nos está ahogando, pero en la ocasional oportunidad en que tiene éxito y logra atrapar a un prontuariado criminal este se les escapa de las manos apenas lo internan en un penal. Pero nadie asume la responsabilidad. Después nos quejamos cuando el pueblo toma la justicia en sus manos.