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Buda y el intolerantómetro
El correo electrónico no solo es útil para retroalimentarse con la opinión de los lectores, sino también para medir el nivel de intolerancia que se ha instalado en algunas capas de la sociedad.
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Guillermo Giacosa,Opina.21ggiacosa@peru21.com
Hay un sector que, intuyo, pertenece a la clase media en ascenso que se irrita sobremanera cuando lee críticas al modelo actual. Sacan conclusiones apresuradas y atribuyen a los objetores, entre los que me cuento cada día con más convicción, posturas e ideas que poco tienen que ver con la interpretación de la realidad de quien escribe. Les sale el pequeño Bush interior y piensan: "Si no está con nosotros, está contra nosotros".
Esta intolerancia –que a veces se expresa en insultos y en una retahíla de vaguedades bebidas en la prensa cotidiana– te invita, mientras exalta la libertad de expresión, a irte a escribir a otro país. Generalmente me recomiendan Irán, Venezuela o Cuba. Es decir, defienden una libertad que, si estuviera en sus manos, te negarían. A ellos les recuerdo una bella historia atribuida a Buda.
En una oportunidad, mientras predicaba, fue insultado. Siguió con su prédica como si nada pasara, al tiempo que uno de sus discípulos pretendía devolver la agresión. Buda sentenció: "Discípulo, cuando alguien te da un regalo y no lo aceptas, ¿de quién es el regalo? Ya veo que tú lo has aceptado y ahora lo quieres devolver". Así comienza la ronda de la violencia que no deja de retroalimentarse con cada devolución. No respondo insultos; sí, y con respeto y aprecio, objeciones, siempre y cuando, claro está, no repitan lo que leo a diario en la prensa.
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