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En celdas y bajo tierra
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MOSCÚ (AFP).– La Policía rusa descubrió una secta islámica que obligó a vivir a sus adeptos y a una veintena de niños en un búnker subterráneo donde todos permanecían encerrados.
Los seguidores de ese grupo, liderado por Faizrajman Satarov, de 85 años, vivían desde hacía 10 años en el interior de una vieja casa transformada que se encuentra en Tartaristán. Ellos aguardaban "el fin del mundo".
El refugio, construido en forma de un laberinto, incluía pequeñas celdas de 2×3 metros donde los niños vivían en condiciones insalubres y sin aire fresco.
Las autoridades rusas, que investigan a los miembros de la secta por desatención a menores, han acusado formalmente a cuatro de ellos por maltrato infantil.
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