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Estética y legalidad
Imagine usted que en un lugar por el que pasan muchas personas, un lugar público, sobre algún pedestal, ponemos un billete de veinte soles envuelto en papel celofán. ¿Cuántas personas sucumbirán a la tentación de apropiárselo? ¿De qué depende?
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Fecha Actualización
Roberto Lerner,Espacio de crianzahttp://espaciodecrianza.educared.pe
Habrá quienes, los volados, sumidos en sus pensamientos y fantasías, no repararán en nuestro anzuelo y pasarán de largo. Otros se fijarán en él y, apurados, sin llegar a ver lo que es, seguirán sus caminos. Algunos se acercarán, mirarán, tocarán, se preguntarán, observarán a su alrededor –¿moros en la costa, inquisidores escondidos?– y, también, dentro de ellos –eso que llaman conciencia–, y tomarán la decisión de si llegar a casa con algo más de plata, o no.
¡Ah, la honestidad y su contraparte, la deshonestidad! Misteriosa dimensión de la conducta humana. ¿Es un rasgo de la personalidad, como la timidez o la osadía, la introversión o la extroversión? O, –desagradable hipótesis– ¿una cuestión situacional, vale decir, depende?
Un dato interesante: cuando la calle donde pusimos nuestro tentador paquete está llena de basura, las fachadas de los negocios o casas pintarrajeadas por manos extrañas, cuando reina el desorden y nadie respeta las indicaciones, 25% de las personas se apropian del billete. Cuando el ornato y el orden definen el paisaje, solamente 13% se convierte en amigo de lo ajeno.
Por eso, ordenar razonablemente, generar un paisaje de limpieza, termina por fomentar la legalidad. De lo contrario, el entorno transmite el mensaje de que el desorden y la trampa están en nosotros y con nosotros. Interesante vínculo entre el respeto a las normas, el bien común y la estética.
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