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"Soy torpe, llego a un sitio y no sé a qué fui"

“Yo saco a pasear bastante a la niña que hay en mí”, nos dice Wendy Ramos, quien protagoniza la obra infantil ‘Doña Desastre’ (S y D, 4 p.m., La Plaza ISIL).

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Fecha Actualización
Wendy Ramos,Claun y actrizAutor: Gonzalo Pajares.gpajares@peru21.com

Fundó Bola Roja, una asociación que, mediante el claun, lleva alegría a los enfermos. Recordada por Pataclaun, en estos días Wendy Ramos protagoniza Doña Desastre, una divertida obra infantil.

Diriges Bola Roja que, entre otras cosas, hace claun hospitalario. El año pasado les robaron, pero ese generó una gran ola de solidaridad, ¿no?Lo que empezó siendo una tragedia, terminó de forma distinta: el grupo se unió más, mucha gente se enteró de que existíamos. Sentir ese apoyo masivo fue algo impactante. Felizmente, logramos recuperar todo lo que perdimos.

Tu trabajo es muy valorado…Es verdad. Fue superemocionante porque me cuesta creerme ciertas cosas. Yo las hago porque me gustan y porque me parece que están bien, pero sentir que la gente se preocupaba por Bola Roja me impactó. Me di cuenta de la fuerte influencia que puedo ejercer. Es como lanzar una semilla al viento y ver que, luego, florece.

Bola Roja tiene ya 11 años…Todo empezó con mis ganas por dar un taller de claun en mi casa. Iba a durar apenas 12 clases pero, de pronto, apareció el claun hospitalario y todo comenzó a crecer. Yo no tenía metas, nuestro trabajo de acción social en Belén (Iquitos) no estaba programado. Lo curioso es que hoy tengo muchas más cosas en la cabeza, y hoy sí quiero que crezca Bola Roja para hacerlas (ríe).

Como una bola de nieve, te metías en algo y te generabas más y más tareas…Hoy somos unos 30 payasos fijos, pero tenemos unos 50 o 60 alumnos más. No solo somos un claun hospitalario. Realizamos intervenciones urbanas, hacemos visitas a pacientes terminales para que sus últimos días sean buenos. Hemos estado en Santa Mónica, interactuando con las reclusas, haciendo vida cotidiana, jugando vóley, conversando… todos vestidos como payasos (ríe). Fue lindo.

¿Sigues haciendo talleres de claun?Claro, es mi vida. También doy talleres para empresas: el mismo trabajo que hago con los payasos lo llevo allí. Siento que les remuevo cosas sin hablarles de ningún compromiso con la empresa, sino con ellos mismos. Por eso no entiendo por qué me contratan (risas).

¿Sigues escribiendo guiones?No. No me gusta escribir, menos por encargo, me estreso. Cuando escribo por presión, no lo disfruto.

Estás en Doña Desastre. ¿Te gustan los niños?Es mi primera vez ante un público infantil. Ha sido un descubrimiento. Si hace algunos años me lo hubieses preguntado, te habría respondido que no, pero con Bola Roja descubrí que a mi payasa sí le gustaban. Luego me di cuenta de que no era que no me gustasen, sino que tenía miedo. La conexión con ellos es especial pues hay un ejercicio de conquista.

La obra es de Nishme Súmar y no tiene diálogos. Su magia está en lo que ustedes hacen, no en lo que dicen…Nishme me leyó el cuento, me dijo el nombre, le dije qué lindo, y me sentí identificada pues soy desastrosa (risas). Cuando me contó que no iba a tener diálogos me asusté, pero, como estaba tan enganchada con el proyecto, seguí. La obra trata de cómo la gente te etiqueta, te marca, te dice cómo eres, qué hacer. Por eso, uno crece con miedo. Felizmente, algunos logran escapar y se dan cuenta de que no todo es imposición. A mí me pasó lo contrario porque en casa, a pesar de ser muy torpe, nunca nadie me dijo nada. Como mi madre murió cuando yo tenía cuatro años, todo era libertad: "Tú sí puedes, vamos". Soy una pequeña desastre: me pasa con frecuencia que llego a un sitio y no sé a qué fui (risas).

A pesar de sus desastres, Doña Desastre trae cosas buenas…Es verdad. Por eso lo identifico mucho con mi payasa pues, por ejemplo, ella va a un hospital donde todo es tristeza, desestructurado y, de alguna manera, pone orden, alegría. Cuando empezamos con el claun hospitalario, muchos decían que no tenía sentido, que cómo íbamos a reír en un hospital. Hoy, felizmente, todo ha cambiado. Doña Desastre pasa por un proceso similar: ella, al final, termina salvando toda la situación. Estoy encantada porque la obra es una montaña rusa de emociones.

Eso hace el arte…Exacto, te desestructura, te da libertad, te abre otras puertas y te muestra que hay otras formas de hacer las cosas.

¿Cuánto de niña hay en ti?Mucho, pero trato de equilibrarlo. Saco a pasear bastante a la niña que hay en mí.

¿Cuánto hay de adulta en ti?Como meto mi nariz en todas partes, me pasan muchas cosas, buenas y malas, y todo es 'yala', pues ya sé cómo resolver mis problemas, son pocas cosas las que me angustian: ya me dejaron, ya me pusieron cuernos, ya me enamoré de quien no debía, ya me quedé sin dinero por no aceptar trabajos que no quería, ya lo hice mal, ya está. Uno siempre sobrevive.

AUTOFICHA

- Mi 2012 está muy bonito. Hacer Doña Desastre en La Plaza ISIL (Larcomar) es un regalo. No soy actriz, no estudié para eso. Por eso, hacer teatro para niños es enriquecedor.

- Cuando empezamos con el claun hospitalario, nos decían que no tenía sentido, que cómo íbamos a hacer reír en un hospital.

- Me asusta más un público infantil que uno adulto. Es un público más sincero. Si no le gusta la obra dice: "Mami, vamos". Los adultos, en cambio, se aguantan.